Vive sencillamente para que otro sencillamente puedan vivir

El lema del Día de Cáritas de este fin de año, nos invita a adoptar la actitud de verdaderos cristianos o simplemente de personas humanas, como es la austeridad y la solidaridad que nos empuje a mirar a tantas personas como verdaderos prójimos que están sufriendo en su propias carnes, la tortura de carecer del mínimo vital llegando incluso no poder comer todos los días. Los que tenemos la suerte de no padecer tan básicas y vitales carencias, de realizar diariamente por lo menos tres comidas, de dormir a techo y en un ambiente de calidez humana y física, debemos mentalizarnos de que estamos obligados moralmente a evitar los gastos excesivos en comidas, banquetes, ropas de lujo, coches de alta gama, etcétera, destinando estos recursos ahorrados en gastos superfluos a paliar las acuciantes necesidades de los que no tienen qué comer, donde cobijarse, con que abrigarse y de quien acompañarse y que lo que para nosotros resulta cotidiano, es para ellos todo un lujo. A este respecto estoy recordando la noticia sobre la indemnización multimillonaria por jubilación -varias decenas de millones de euros- de un alto ejecutivo de una entidad bancaria, lo que estimé una verdadera vergüenza, en un país sumido en el paro, con millones de trabajadores en el umbral de la pobreza pese a estar en activo y con otros tantos pasando hambre en su más real y crudo significado, lo que me hizo opinar con un amigo, que debería de estar prohibido por ley la posibilidad de cometer semejantes desmanes financieros, que además de inmorales por el entorno de pobreza en que aparecen, pueden resultar fraudulentos. Este amigo, fanático adorador del “Santo Libre Mercado”, me respondió que se trataba de una empresa privada. Mi respuesta no se hizo esperar: cuando las empresas privadas importantes quiebran, acuden al Papá Estado”, -es decir a la ciudadanía que somos los que pagamos el pato- como ha sucedido recientemente en España. Es por lo tanto a todas luces cruel y despiadado, que mientras haya tantas personas a las que les sobra de todo, existan a su alrededor muchas otras en la más despiadada indigencia, con lo sencillo que resultaría dar un poco de lo que nos sobra, a los que tanto les falta y dándose la circunstancia de que mientras para el que dá, supone una pequeña parte de sus posibilidades, para el que lo recibe resulta un verdadero tesoro, es decir que solamente con que los recursos cambien de persona, aumentan de valor efectivo y práctico.
Y como en otros países los más desfavorecidos no disponen de una cobertura sanitaria como nuestra privilegiada Sanidad Pública, invito a mis sufridos lectores a colaborar de acuerdo con sus posibilidades en un amplio espectro de organizaciones benéficas, como: Caritas Parroquial, Banco de Alimentos, Manos Unidas, Médicos sin Fronteras, Cruz Roja, etcétera, que tienen los medios de hacer llegar nuestras ayudas -con garantía y eficacia- a los más necesitados. De esta forma nos acostaremos todos los días, con la satisfacción del deber cumplido ¡Gracias por leerme ¡

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